Consecuencias económicas del conflicto Rusia-Ucrania.
El abundante debate político sobre el conflicto entre Rusia y Ucrania
menciona poco sus considerables consecuencias económicas que afectan
tanto a Ucrania, a Rusia y a Europa.
Primero: Ucrania se encuentra en una situación económica muy difícil y costará mucho rescatarla.
Según el FMI, su PIB ha vuelto a caer en 2013 un 1,25%, tras varios
años de bajo crecimiento (en 2009 cayó un 14,9%) y el crecimiento medio
potencial anual esperado para el periodo 2013-2017 es del 1,4%, 5,3
puntos porcentuales menos que en el periodo 2003-2007.
En septiembre de 2013, su déficit externo corriente alcanzó el -8,3%
del PIB. Sus reservas de divisas cayeron por debajo de 2,5 meses de
importaciones y su deuda externa alcanzará en 2014 el 86% del PIB, sin
contar que debe 3.000 millones de dólares (unos 2.189 millones de euros)
a Gazprom.
Sus necesidades de financiación externa oscilan entre 25.000 y 35.000
millones de dólares, necesitando un rescate para evitar la suspensión
de pagos. El FMI acaba de anunciar ayudas de entre 14.000 y 18.000
millones.
A finales de 2013 su déficit fiscal (Estado más Naftogaz) era del 7,75% del PIB.
Entre 2012 y 2013, los salarios subieron un 17,5%, los subsidios al
consumo de gas, aumentaron, cubriendo las tarifas de gas residencial una
reducida fracción de su coste, haciendo que su nivel relativo de
consumo sea el más elevado de Europa.
En 2013, tras monetizar su déficit, su base monetaria aumentó un
15,8% y el dinero en circulación un 20%. Su tasa de inflación esperada
para 2014 será del 9,4% y su deflactor del PIB un 13,8%. Finalmente, el
interbancario alcanzó el 5,8%, pero el crédito al sector privado aumentó
un 9,5%.
Segundo: Rusia es muy dependiente de sus ventas de gas y de petróleo a Europa.
Cerca del 50% de los ingresos fiscales totales del presupuesto de
Rusia son generados por sus exportaciones totales de petróleo y de gas
al resto del mundo. Petróleo y gas suponen hoy el 70% de sus
exportaciones totales, cuya mitad va a Europa.
En consecuencia, su presupuesto nacional depende del mercado europeo
que es el mayor comprador de sus exportaciones energéticas. Además del
gas, Rusia exporta diariamente a Europa seis millones de barriles de
petróleo crudo y un millón de barriles de productos petrolíferos.
Según el FMI (2013), el precio del petróleo y, por ende, el del gas
va a sufrir una caída paulatina cercana a un 20%, entre 2013 y 2018, lo
que va a reducir sus ingresos y su renta por habitante, estrechamente
correlacionados, dado, asimismo, que Rusia empieza a sufrir una
enfermedad holandesa por su excesiva inversión pública en petróleo y gas
que reduce la inversión privada en otros sectores, reduciendo así su
competitividad total.
Hoy, su output-gap, es decir, la diferencia entre sus tasas de
crecimiento real y potencial, es prácticamente cero, al funcionar muy
cerca de su capacidad total de producción. Esto significa que no puede
estimular su economía porque aumentaría notablemente su tasa de
inflación y porque su inflación subyacente iguala ya a su inflación
total, produciéndose, finalmente, una devaluación de su tipo de cambio
que generaría todavía más inflación.
Su economía se ha desacelerado con rapidez siguiendo a la europea,
creciendo al 7% en el periodo 2005-2008, al 4% entre 2010 y 2012, al
1,3% en 2013 y al 1,2% en 2014. Por último, han ido aumentando sus
salidas de capitales hacia Europa y se han acelerado con la crisis en
Ucrania, lo que ha desacoplado el valor del rublo del precio del
petróleo.
Tercero: Europa es muy dependiente del gas y del
petróleo de Rusia, al importar casi más de un tercio de su producción
total de gas (32%) y de petróleo (35%). Según la Agencia Internacional
de la Energía (AIE), la dependencia media del petróleo y del gas de la
UE es del 60% y podría llegar al 80% en 2035.
En 2013, el volumen total de gas importado de Rusia alcanzó 130.000
millones de metros cúbicos (bcm). En 2012, el total de las importaciones
de la UE de petróleo y gas de todas las procedencias alcanzaron 400.000
millones de euros (3,1% del PIB de la UE) cuando la media de los
últimos veinte años era menos de la mitad que ahora.
Los Estados europeos con mayores niveles de dependencia en gas son
lógicamente los más cercanos o limítrofes con Rusia, y su dependencia va
disminuyendo conforme aumenta su distancia relativa.
Según Morgan Stanley (2013), la dependencia relativa del suministro
de gas de Gazprom, en porcentaje de su consumo, es la siguiente:
Finlandia, Bielorrusia, Chequia y Bulgaria (100%), Serbia (95%),
Letonia, Lituania, Macedonia y Moldavia (85%), Polonia y Eslovenia (80%)
Estonia (75%), Grecia (70%), Austria (68%), Turquía (65%), Hungría
(60%) Ucrania (55%), Alemania (48%), Italia (28%), Francia (19%),
Rumanía (18%), Reino Unido (15%), Suiza (8%) y Holanda (5%).
Gazprom exporta su gas a Europa a través de cuatro gaseoductos: dos
por el norte de Europa —Nord Stream y Yamal (95 millones de m3 día)—, a
través de Alemania y Polonia, y otros dos por el sur a través de Ucrania
(175 millones de m3 día).
Tratar de reducir ahora esta dependencia llevaría mucho tiempo al
tener que aumentar tanto las importaciones de gas de Holanda y Noruega
como las provenientes del norte de África y, finalmente, aumentando el
número de instalaciones de LNG para poder traer gas de EE UU y de
Oriente Próximo. La UE acaba de plantearse un plan, que será aprobado a
mediados de año, para reducir su dependencia del gas natural ruso,
aunque solo será aplicado a sus Estados miembros más dependientes.
Más adelante, la alternativa más razonable será el gas procedente de
Argelia y de Libia pasando por España e Italia a través de dos grandes
gaseoductos desde Argelia (Maghreb-Europe Gas Pipeline) y desde Libia
(Green Stream).
Dos entre Argelia a través de Marruecos y España, uno de gran
capacidad desde Beni Saf (Argelia) a Almería (MEDGAS) y otro menor,
desde Hassi R’Mel (Marruecos). Otros dos desde Argelia a Italia pasando
por Cerdeña: desde El Haouaria hasta Mazara del Vallo y desde Koudiet
Draoucha hasta Piombino, y otro de Libia a Italia, desde Melita a Gela
en Sicilia.
Los suministros alternativos más rápidos y baratos serían, en miles
de millones de metros cúbicos, los procedentes de Noruega (20 bcm) y de
Holanda (20 bcm), y los que son más lentos y caros que los de Gazprom
serían los de LNG (30 bcm).
Según Georg Zachmann (Brueguel 2014), en 2012, del total de gas
natural importado por la UE, Rusia suministró un (23%), seguido de
Noruega (22%), África del Norte (10%) y LNG (gas natural licuado) (12%),
siendo el resto producción doméstica (33%).
Finalmente, según el Banco Internacional de Pagos (BIS) de Basilea
(2013), la exposición de los bancos de la UE a los bancos rusos alcanza
154.000 millones de dólares, siendo los de Francia los más expuestos con
51.000 millones, seguidos de los de Italia con 28.600 millones, los de
Alemania con 23.700 millones, los de Reino Unido, con 19.000 millones,
los de Holanda con 17.600 millones y los de Suecia con 14.000 millones.
En resumen, para la UE va a ser caro rescatar a Ucrania, va a ser muy
caro prescindir del gas ruso y, además, va a llevar años introducir
suministros alternativos, salvo los de Holanda y Noruega, y, finalmente,
los bancos de la UE tienen una elevada posición acreedora frente a
Rusia.
Por todas estas razones, convendría seguir actuando con contundencia en la política, pero también con prudencia en la economía.
Guillermo de la Dehesa es presidente del Centre for Economic Policy Research CEPR. (El Pais, 4/04/14)
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